miércoles, junio 4
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"Sean era un joven carpintero que vivía en una vieja casa de madera de lo alto del camino forestal que partía de las amontonadas casas de Corte Madera; conducía un viejo trasto, había añadido él solo un porche a la casa para que sirviera de cuarto de jugar a sus hijos, y había elegido una mujer que estaba de acuerdo con él en todos los detalles acerca de cómo disfrutar de la vida con poco dinero. A Sean le gustaba tomarse días libres y dejar el trabajo sólo para subir a la cabaña de la colina, que pertenecía a la finca que tenía arrendada, y pasarse el día meditando y estudiando los sutras budistas y tomando tazas de té y durmiendo la siesta. Su mujer era Christine, una chica muy guapa, con un pelo rubio como la miel que le caía encima de los hombros, que andaba descalza por la casa y el terreno tendiendo la ropa y cociendo su propio pan y pasteles. Era experta en preparar una comida con nada. El año anterior, Japhy le había regalado por su cumpleaños una bolsa de cinco kilos de harina, y les encantó el regalo. En realidad, Sean era un patriarca de la antigüedad; aunque sólo tenía veintidós años, llevaba una larga barba como la de San José, y entre ella podían vérsele sus blancos dientes de perla cuando sonreía, y brillar sus jóvenes ojos azules. Ya tenían dos hijitas, que también andaban descalzas por la casa y el terreno y empezaban a saber cuidar de sí mismas. La casa de Sean tenía esteras de esparto por el suelo, y también se rogaba al que entraba en ella que se descalzase. Tenía montones de libros y su único lujo era un aparato de alta fidelidad donde ponía su excelente colección de discos indios y de flamenco y de jazz. Tenía hasta discos chinos y japoneses. La mesa para comer era baja, lacada en negro, una mesa de estilo japonés, y para comer en casa de Sean uno no sólo tenía que quedarse en calcetines, también debía sentarse en las esteras como pudiera. Christine era buenísima haciendo sopas y bizcochos deliciosos."
********************************en: Los Vagabundos del Dharma.
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