martes, julio 24

lunes, julio 23

Albert Hoffman.

En un medio natural y desde luego en cualquier jardín, es perceptible una realidad infinitamente más antigua, profunda y maravillosa que en cualquier cosa hecha por el hombre. Las plantas muestran con toda evidencia la inagotable y divina energía vital. Lo que se llama función clorofílica es simplemente el matrimonio entre la Tierra y el Sol, un proceso de asombrosa sencillez y eficacia, que funda el ciclo vital. Allí vemos a la luz transformarse incesantemente en atmósfera. Pero no estoy proponiendo un retorno roussoniano a la Naturaleza, que ya entonces –a finales del XVIII- reacciona ante el sentimiento de una escisión entre el hombre y la fuente de la vida. Lo necesario es que cada cual busque dentro de sí una experiencia propiamente mística, la experiencia de la vida en su unidad.