miércoles, diciembre 10

leo leo leo


El hecho de que al padre Lampros no le gustara contradecir era un signo más de aquella cortesía que en él se había desarrollado hasta alcanzar un alto grado de refinamiento. Y como al mismo tiempo era él el que poseía la superioridad, se conducía de tal manera que acogía las palabras de su interlocutor y luego se las devolvía, tras haberlas corroborado en un sentido superior. Así era como había respondido al saludo de mi hermano Otón y en ello había no sólo esa bondad que el clérigo adquiere y que va mejorando con el paso de los años como los buenos vinos, sino que había también esa cortesía que se cultiva en las grandes casas y que dota a sus retoños de una segunda y más sutil naturaleza. Pero en ello había a la vez orgullo, pues, cuando uno ejerce el dominio, posee un juicio propio y deja correr las opiniones de los demás.

pg 111
Ernst Jünger, SOBRE LOS ACANTILADOS DE MÁRMOL, tusquets.

1 comentario:

nachingal dijo...

x un momento temí q lo hubieras escrito vos...

ahora q lo pienso, igual lo escribió alguien q no soy yo...

malaya!

güen fragmento.

saludos