El hecho de que al padre Lampros no le gustara contradecir era un signo más de aquella cortesía que en él se había desarrollado hasta alcanzar un alto grado de refinamiento. Y como al mismo tiempo era él el que poseía la superioridad, se conducía de tal manera que acogía las palabras de su interlocutor y luego se las devolvía, tras haberlas corroborado en un sentido superior. Así era como había respondido al saludo de mi hermano Otón y en ello había no sólo esa bondad que el clérigo adquiere y que va mejorando con el paso de los años como los buenos vinos, sino que había también esa cortesía que se cultiva en las grandes casas y que dota a sus retoños de una segunda y más sutil naturaleza. Pero en ello había a la vez orgullo, pues, cuando uno ejerce el dominio, posee un juicio propio y deja correr las opiniones de los demás.
pg 111
Ernst Jünger, SOBRE LOS ACANTILADOS DE MÁRMOL, tusquets.
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Ernst Jünger, SOBRE LOS ACANTILADOS DE MÁRMOL, tusquets.
1 comentario:
x un momento temí q lo hubieras escrito vos...
ahora q lo pienso, igual lo escribió alguien q no soy yo...
malaya!
güen fragmento.
saludos
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